domingo, septiembre 06, 2009

LAS SANDALIAS por Bárbara Alpuente






Hace unas semanas encargué unas sandalias de mi talla, que ya no quedaban, en una zapatería, y quedé en recogerlas al día siguiente. Total, que salgo del metro y, cuando estoy frente a frente con el escaparate de la zapatería en el que se exponían justamente las sandalias que yo iba a recoger, aparece delante de mí una voluntaria de una ONG y me para. Yo unas veces paso de largo, otras sonrío, otras estoy de mala leche y soy una borde, otras se trata de la quinta vez que me asocie a algo y les digo que ya pertenezco a otra ONG (que es cierto).








Pero esta chica no me dio opción y, además, era muy lista. Me dice que me asocie, le digo que ya colaboro con otra asociación y me contesta que la cuota es muy baja, que nos necesitan y, además que yo tengo cara de buena persona. Sé muy bien que eso no es verdad, de hecho, no sé cómo es la cara de una buena persona. Todos los psicópatas tienen cara de buenas personas y son psicópatas. Me cuenta que el mundo se está echando a perder por culpa del consumismo. Vaya. Yo tengo el escaparate con mis sandalias justo detrás de su cabeza. Sigue hablando del consumismo por aquí, del consumismo por allá, que qué bien que me haya parado a escucharla, que eso demuestra que veo más allá de mí misma, mientras en mi cabeza suena son monas las sandalias con tachuelas, me van a quedar fenomenal. Ella insiste en que la mayoría de las personas carecen de conciencia social, de solidaridad con el sufrimiento del mundo, que existe un montón de gente que no tiene para comer a a nosotros sólo nos interesa gastar dinero…Yo, con las sandalias en segundo plano, empiezo a agobiarme: ¿Cómo le digo ahora que no tengo dinero para asociarme si luego me va a ver salir con una enorme caja de zapatos delante de sus narices?.


<<Afortunadamente,
hay gente
que se siente
responsable
con el resto del mundo
sin necesidad de flagelarse>>













Desde ese momento dejo de escuchar su discurso para maquinar cómo salir indemne de la situación y concluyo que una de dos, o me relajo y le digo que no, sin dramas y sin temer qué opinión le voy a generar, o me hago socia por pura culpabilidad y por miedo a parecer una consumista compulsiva que vive ajena a las necesidades del planeta. ¡Adivinad!. Así que soy socia de otra ONG. Y, ese mismo día, me preguntaba: ¿Existirían las ONG si no existieran ciudadanos que se sientan culpables?. Si, creo que, afortunadamente, hay gente que se siente responsable con el resto del mundo sin necesidad de flagelarse.












El otro día escuché un argumento que le da sentido al ánimo frágil y lánguido de esta sociedad. Alguien decía que no somos felices porque en el fondo sabemos que vivimos a costa de otras. Conocemos el sufrimiento que domina gran parte del planeta, pero hemos desarrollado un filtro para seguir con nuestras vidas como si esa situación aterradora no fuera con nosotros. El problema radica en que la humanidad está unida por un vínculo que no puede ser engañado por ningún filtro. Todos respiramos el mismo aire y, en cada bocanada, parece estar filtrándose un mensaje de socorro que uno, íntimamente, no puede desoír. Quizás cuando asumamos ese vínculo inevitable nos encontremos un poco más cerca de la felicidad. ¡Y todas estas reflexiones gracias a unas sandalias con tachuelas…! Tengo que salir más de compras.





Bárbara Alpuente es Guionista de la Serie de próximo estreno "Flagelándose" y columnista de Yo Dona (Pulsar en el logo de Yo Dona para consultar revista)

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