miércoles, febrero 24, 2010

LA CULTURA DE NO PAGAR por Ben Clark

And anytime you feel the pain
Hey Jude, refrain

Don't carry the world upon your shoulders.

Lennon/McCartney

La cultura es como dejar caer un Alka-Seltzeren un vaso;
no lo ves pero, de algún modo, hace algo.

Hans Magnus Enzensberger

Habrá que aguantar.

Jerónima, la churrera de mi barrio.


Suelo leer los periódicos. Los periódicos en papel, entiéndame, quiero decir con esto que lo hago porque disfruto, aunque de vez en cuando me entero de algo. Pero debo decir que ya hace algún tiempo que no leo las noticias internacionales, tampoco las locales: me pierdo en las páginas de finanzas y economía. ¿Qué le puedo decir? Esos números me vuelven loco, me hacen salivar, despiertan en mí una mezcla incontenible de rabia, admiración y, no lo puedo negar, envidia. Al parecer el director de no sé qué banco se jubila y le dan y todo ese tipo de cosas. Me excito. Me excito porque me parece bien. Me parece maravilloso. A este señor, si de mí dependiera, habría que darle más, más y más. ¿Por qué? Porque llegados a este punto, creo que lo mejor sería comprobar hasta dónde aguanta la pantalla del cajero automático, cuántos ceros podemos introducir sin que ocurra una especie de ‘Efecto 2000’ pero en euros. Por lo menos pasaríamos un buen rato, o un rato entretenido. Porque al final es eso; pasar un rato entretenido.


Total ¿a mí qué más me da que le den 100, 200 ó 1000? Yo, desde luego, no saco nada de eso salvo, digamos, el oscuro placer que siento acompañando a la octogenaria churrera Jerónima, hacia las diez de la mañana, bebiendo un café que deja bastante que desear y navegando por los bonuses, los pluses, las primas y demás charangas de las grandes financieras. ¿Y qué hago yo, dice usted, a las diez de la mañana con doña Jerónima? ¿No tengo una ocupación decente? Pues mire, hace un tiempo hubiera dicho que sí, pero ahora, tras muchas conversaciones en bucle con doña Jerónima, debería responder que no. Yo, amigo, me dedico a la cultura y sí, le agradecería que no se lo comentara a mi madre. ¿Puedo decir que me dedico a la cultura?


Se podría discutir, claro, pero cada vez me cuesta más encontrar argumentos en contra:En los últimos cinco años he puesto en marcha cinco páginas web de contenido cultural; he publicado tres libros de poesía, dos traducciones y una antología; he firmado algo menos de 300 artículos en distintos periódicos y revistas, además de unas 20 entrevistas; he publicado 124 cuentos en un periódico universitario; he organizado medio centenar de recitales y he participado en otras tantas; he presentado 7 libros y he escrito 2 prólogos; he escrito poemas para calendarios, para canciones, incluso para los manteles de papel de un restaurante. El grupo de monologuistas del que formo parte, Enemigos de Jardín, camina hacia su primer año de existencia con una docena de actuaciones a sus espaldas (que son bastante anchas, por cierto)


¿Cuánto dinero he ganado con todo esto? Veamos… me llevo una, dos y tres, también hubo aquella vez que cobramos por... y… La cifra es aproximada pero no dista demasiado de la realidad. Unos 15.000 euros. Bueno, dice usted, no está tan mal jovencito. No. No está tan mal. Pero yo vivo de esto. Hace cinco años que intento vivir de esto, dedicándole todo mi tiempo. Pero no nos pongamos melodramáticos, ciñámonos a las cifras: Supongamos que cada una de las cosas que he mencionado anteriormente se consideraran ‘actos de cultura’, o ‘unidades’, o ‘culturidades’, lo que quiera. Es decir: un artículo, una ‘culturidad’, una presentación; una ‘culturidad’, y así. Tendríamos entonces, siempre de forma aproximada, unas 600 ‘culturidades’. 15.000 / 600 = a 25 euros la ‘culturidad’, digamos 30 para redondear (algo que en España siempre ha gustado). El problema, amigo, es que en muy pocos sitios están dispuestos a pagarte 30 euros por acto. El problema es que lo consideran ‘demasiado poco’. ¿Cuántas veces habré escuchado decir: ‘mira, no te podemos pagar’? Es común en el ámbito cultural escuchar a los gestores (y yo soy gestor) excusarse diciendo que no pueden pagar como el ‘artista’ se merecería, con lo cual no pagan nada.


¿Tiene esto sentido? Sí, yo me voy a Madrid para hacer en su biblioteca una lectura sobre poemas que hablen de gatos divorciados. ¿Qué no me pueden pagar? No se preocupe, soy muy barato: mi caché actual son 30 euros. Sí, ha escuchado usted bien, yo cobro 30 euros. ¿Puede su biblioteca permitirse pagarme 30 euros por un acto de una hora? Hola María, ¿Qué te gustaría mucho que presentara el libro de fulanito de tal ya que soy, dices, la persona idónea para convocar a gente y para leer el tocho de libro que además no me interesa y encima poner buena cara? No hay problema: 30 euros. Un artículo teórico de cinco páginas sobre fotos de armarios empotrados? ¡Claro! 30 euros y es tuyo. 30 euros por adelantado, por cierto. Que si una es puta cultural, lo es porque sabe serlo. Como es lógico, la mayoría de los sitios no pagan nada. Ni siquiera 30 euros. ¿De dónde salió el dinero entonces? Pues de la Institución. La Institución, por lo menos antes, pagaba razonablemente bien –o de forma razonablemente justa– la cultura. El problema es que con la Institución cobrar antes de chuparla es imposible. De hecho lo normal es cobrar tras 60 o 90 días.


¿Cómo puede el ‘Hominis culturalis’ planificar entonces su mes? ¿Esperará la factura de Orange? ¿Será comprensivo el casero? ¿Esperará la multa de aparcamiento del mismo Ayuntamiento que ha de pagarle a que tenga el dinero necesario? Bien sabemos que no. Ante esto no queda otra que volver a ponerse un poco melodramático (nada, una pizca como para ambientar un poco) y clamar al cielo: '¿Pero qué ocurre?! ¿Es que no vale nada la cultura? ¿No vale nada MI trabajo?' Pues mira chato, no. No, y punto. No porque no pone en ningún lado que tu trabajo cultural tenga que valer algo. Si voy mañana a un notario, me cobrará en función de lo que necesite que me firme. Tiene algo estipulado. ¿Cobra demasiado el notario? No, claro que no. Cobra lo que él y miles de notarios antes que él han estipulado, en conjunto, que deben cobrar.¿Cuándo haremos lo propio los gestores, los poetas, los faranduleros y las putas de la cultura? ¿Cuándo diremos que presentar un libro vale tanto, que esto es lo que vale, que no lo digo yo, que lo dice el convenio o qué se yo? Pues mira, yo y mi sindicado unipersonal decimos: 30 euros. 30, no más. ¿Que no puedes pagarlos? No pasa nada, si somos muchos.Ahora que la Institución se retira de la cultura -porque la Institución se retira- sería hora de plantearse si la cultura debería retirarse de la cultura.


Mis amigos comentan con entusiasmo que es un momento idóneo, que ahora las cosas empiezan, que hay que generar nuevos campos y nuevos espacios. Yo escucho entusiasmado pero creo que es hora de decir que no. Es hora de decir que las cosas hay que pagarlas. Es hora de ponerse rata, maldita sea, de recordarle al tío que nunca se paga una ronda que ya está bien, que hasta aquí hemos llegado y que no ha sido fácil.Se ha dicho mil veces, millones de veces. Pero parece que hay que volver a repetirlo porque, los que teníamos que haber hecho algo, no lo hemos hecho: ¿Por qué no hacemos valer nuestro trabajo? Se lo pregunto a doña Jerónima.


Todo el mundo tiene un límite. Es por esto que he decidió darme el gusto hoy, tras hablar con Jerónima de la Guerra y de lo mal que lo pasemos, de escribir esto, aquí, en una página cultural. Gratis. No se me queje luego. Porque es muy posible, lector, que de una forma enrevesada y muy difícil de explicar, usted me deba algo, una caña, por lo menos. Yo sé que Jerónima me quiere mucho, pero el café me lo cobra –siempre-: ‘que una ya tiene muchos años y habrá que aguantar.’


Ben Clark es Escritor, Traductor literario

No hay comentarios:

Publicar un comentario