martes, marzo 23, 2010

"IMPOSIBLE OLVIDAR HAITÍ" por Vicente Romero




Pese a la solidaridad internacional y a los esfuerzos de las organizaciones humanitarias, la realidad de Haití no permite el optimismo. Un equipo de Informe Semanal ha podido comprobar que el reparto de la ayuda se efectúa de modo desigual y que muchos campos de damnificados por el terremoto continúan sumidos en un caos organizativo. Los balances que presenta Naciones Unidas no dejan lugar a dudas: únicamente 525.000 personas --es decir, algo menos del 41 por 100 del 1.300.000 desplazados que se hacinan en 900 campamentos-- reciben apoyo suficiente para sobrevivir con una mínima dignidad.




Sólo se han distribuido 120.000 tiendas de campaña y la mayoría de los damnificados dispone de cobijos muy precarios, improvisados con palos y plásticos. La ONU proyecta desalojar los asentamientos improvisados y reunir a sus habitantes en cinco grandes centros de acogida en la periferia de la capital. Una difícil tarea que se anuncia preñada de tensiones. Y en el horizonte se dibujan dos graves amenazas: la inminente época de lluvias y, en agosto, la temporada de los huracanes. Ambas pueden tener efectos devastadores sobre la fragilidad de los campamentos.
Los niños, que siempre constituyen el grupo social más frágil, son quienes más profundamente sufren las consecuencias del desastre. Más de 600.000 han tenido que abandonar los estudios, aunque en los campos de desplazados se intente improvisar actividades docentes. Los casos de desnutrición han aumentado entre una población infantil que, desde antes del terremoto, sufría los efectos de la miseria: siete de cada diez niños estaban privados de lo esencial, una tercera parte crecía sin vacunar, y un seis por 100 no superaba el primer año de vida.




El terremoto agravó una situación social que ya era insostenible, con tres millones de hambrientos crónicos y más de 300.000 familias en situación de pobreza extrema. El débil estado haitiano se ha desplomado. El centro histórico de Puerto Príncipe, reducido a escombros, representa una alegoría histórica. Las ruinas del palacio presidencial, vacías de poder y custodiadas por tropas extranjeras, parecen un símbolo de la situación política. La montaña de cascotes del ministerio de economía ofrece la mejor imagen del cadáver de la administración pública. Y en el Campo de Marte las estatuas de los viejos próceres que soñaron la primera revolución americana han quedado ocultos entre un aluvión de desamparados.




También resulta simbólico que la sede provisional del gobierno se haya instalado en una comisaría de policía, pegada al aeropuerto. Dicen los haitianos, con su amargo sentido del humor, que habría sido más adecuado colocarla en la sala de cuidados intensivos de un hospital, ya que se trata de un gobierno en estado de shock traumático, incapaz de responder a los estímulos más fuertes, y suplantado en todas sus funciones por las fuerzas militares extranjeras y por las ONG.
Desaparecido en estado, ¿quién gestiona la convalecencia de Haití? La misión de Naciones Unidas no ha dado precisamente lecciones de rigor y eficacia en la gestión durante el mucho tiempo que lleva en el atormentado país caribeño. Washington ha comenzado a retirar sus soldados, que van a reducirse de 20.000 a 8.000. Y la clase dirigente haitiana aparece retratada por las estadísticas como una de las minorías dominantes más corruptas del mundo: un cuatro por 100 de privilegiados que detenta el 64 por 100 de la riqueza nacional en un país donde la anemia es endémica y más de la mitad de la población sobrevive con menos de un dólar diario.




Así las cosas, los destinos inmediatos de los damnificados por el terremoto aparecen en manos de las grandes agencias humanitarias internacionales y de un batallón de ONG. La coordinación de sus tareas aún deja mucho que desear, pero su gestión de los recursos aportados por la solidaridad de las buenas gentes de todo el mundo ofrece la única esperanza real a los desamparados. Por eso no podemos olvidarnos de Haití.



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CARITAS RECTIFICA
Caritas Madrid ha devuelto a la iglesia vallecana de San Carlos Borromeo la gestión de fondos de ayuda --las llamadas hojas de caridad, que suponen la entrega de un máximo de 900 euros anuales a las familias más necesitadas del barrio-- cuya retirada dio lugar en enero a una áspera polémica entre la amplia base social de la organización católica. Tras una intervención del cardenal Rouco Varela, el sentido cristiano se impuso sobre las rencillas. En este blog y en mi sección de Asuntos Propios en RNE se debatió aquella mala noticia. Es justo reconocer la rectificación de Caritas. Y me alegra poder hacerlo.


Vicente Romero es Periodista, Escritor, Reportero y Redactor de Programas de RTVE, como "Informe Semanal" y "En Portada", colaborador del Programa de Investigación "Las Huellas de la Memoria"

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